¿Es negativo el juego “brusco” con la niñez?
- Lcdo. Fernando A. Cuevas Quintana

- 22 abr
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 26 abr
Correr, dejarse caer sobre el sofá, jugar a la "lucha libre"… ¿te suena familiar? Muchos padres, madres y cuidadores sienten preocupación al ver a sus hijos e hijas envueltos en este tipo de juego físico vigoroso, también llamado "juego brusco" o "rough-and-tumble play". Es normal sentir el miedo y pensar que “se van a lastimar”, “se van a volver agresivos”, “esto no es juego sano”. Sin embargo, hoy quiero invitarte a ver con otros ojos esta forma de jugar que lejos de ser peligrosa o inadecuada, podría ser profundamente beneficiosa para el desarrollo optimo de la niñez.

A veces, el cuerpo habla más fuerte que la boca. El juego físico vigoroso es una forma natural y saludable de expresión en la que los niños exploran su fuerza, prueban límites, liberan tensiones y crean vínculos. Lejos de ser una señal de conducta agresiva, suele ser una forma intencional para crear o provocar una conexión. Basta con observar una buena sesión de "lucha libre" entre un adulto y un niño, para ver sonrisas, risas, contacto visual y mucha complicidad. Es literalmente una expresión corporal llena de afecto. Vemos al niño abierto libremente a la oportunidad de conectar con el adulto y mostrar interés en que el juego continúe por el mayor tiempo posible, incluso aunque como adultos queramos parar por ya estar físicamente cansados.
Este tipo de juego también enseña a los niños habilidades esenciales como la autorregulación, negociación, empatía, lectura de señales sociales, y algo muy importante como lo es el valor del consentimiento mutuo. En el "juego brusco" aprenden a parar si alguien dice "no", a notar si el otro ya no se divierte y hasta a pedir perdón si se excedieron. ¿No es eso justamente lo que esperamos que comprendan para una vida en comunidad saludable?
Es importante mencionar que el rol del adulto es clave. No se trata de dejar que todo pase sin límites. Debo aclara que aunque su presencia debe ser empática, firme y no directiva, también el espacio debe ser divertido y seguro para todas las personas que participan del mismo. En ocasiones puede ser necesario mensajes como: “Me encanta ver cómo se divierten, pero usar ese objeto puede lastimarlos, vamos a detenernos y buscar otra opción”. Así, el niño o niña se siente visto, validado, pero también seguro. Recordemos que es muy probable que estemos trabajando con niños que se encuentren en el proceso de desarrollo de la autorregulación, habilidad que sigue en transformación hasta la adolescencia.
Vale la pena preguntarse: ¿por qué nos incomoda tanto este tipo de juego? Tal vez porque a muchos de nosotros no se nos permitió jugar de esta forma, o incluso escuchábamos frases como "juego de manos, juego de villanos". En muchas ocasiones la energía del saque podía ser confundida o interpretada como violencia.
Acompañar a la niñez únicamente desde el miedo nos aleja de las posibilidades de una conexión profunda. No le temas al juego brusco, obsérvalo con curiosidad y participa si puedes para que te sientas parte del proceso. Si sientes que aun te cuesta, habla con tu niño interior estoy seguro de que ese también quiso correr, brincar, jugar con almohadas y tumbarse en el suelo para reírse un rato. Tal vez ahí encuentres la puerta para acompañar a tu hijo o hija con menos miedo y más presencia.
El juego brusco, cuando es seguro, consentido y acompañado, no es violencia, es la infancia en su máxima expresión. ¡A jugar!




Comentarios